Argumentos a favor de la certificación de turberas gestionadas de forma responsable
Las turberas de todo el mundo -desde el archipiélago indonesio hasta las zonas más remotas del norte boreal y el lejano hemisferio sur- han sido reconocidas desde hace tiempo como fuente de valiosos recursos que satisfacen necesidades comerciales que van desde la generación de energía hasta las aplicaciones agrícolas. Al mismo tiempo, las turberas prestan servicios ecológicos vitales, ya que sustentan una amplia gama de biodiversidad, secuestran un gran porcentaje del carbono terrestre y son una fuente natural de agua potable. Y desde el punto de vista cultural, las turberas han servido de inestimables depósitos de información arqueológica, ayudándonos a reconstruir los misterios del pasado.
En la búsqueda de una senda de desarrollo sostenible (por ejemplo, el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, "Producción y Consumo Responsables"), no es de extrañar, por tanto, que el uso de los recursos de las turberas haya sido objeto de escrutinio. En respuesta a la creciente degradación de las turberas, los acuerdos internacionales, empezando por la Convención de Ramsar sobre los Humedales en 1971, han contribuido a crear un consenso en torno a la necesidad de restaurar las turberas y gestionarlas de forma responsable. Aun así, para algunos, la idea de sostenibilidad y la extracción de turba con fines comerciales puede parecer una paradoja.
Habiendo trabajado con los sectores de la energía y de la industria del musgo de turba como certificador de tercera parte, nuestros equipos de certificación en SCS Global Services reconocen que no todos los sistemas de gestión de turberas se han creado igual. Como gestor del programa de certificación de turberas gestionadas de forma responsable de SCS para el musgo de turba hortícola, me he sumergido en profundidad para entender lo que significa gestionar este tipo de turberas de forma responsable. Quería dedicar un momento a compartir lo que he aprendido y hablar de la importancia de aplicar las mejores prácticas de gestión.
Usos y abusos de las turberas
La turba es una capa superficial gruesa y fangosa de materia orgánica formada por vegetación en descomposición, como musgos, arbustos y árboles. En algunas zonas, los depósitos de turba se han ido acumulando durante miles de años. Las turberas pueden variar mucho en su carácter y composición. En las latitudes septentrionales, los musgos Sphagnum son uno de los principales componentes de la turba, lo que le confiere propiedades únicas para el sector hortícola. En total, las turberas están presentes en todos los continentes y se calcula que cubren el 3% de la superficie terrestre.
La turba se ha utilizado como combustible para cocinar y calentar durante miles de años. Más allá de la energía, la gente ha encontrado muchos otros usos para la turba a lo largo de los siglos, desde el almacenamiento de alimentos no refrigerados hasta el curtido de pieles, los baños de barro y la retención de la humedad en la agricultura. En Europa, la explosión demográfica del siglo XX, combinada con la creciente demanda de energía eléctrica, llevó a la extracción de turba a gran escala para alimentar las centrales eléctricas. También se drenaron las turberas para hacer sitio a la agricultura, la silvicultura y el desarrollo urbano. Por ejemplo, Finlandia, que alberga casi un tercio de las turberas de Europa, llevó a cabo el programa de drenaje para la silvicultura más extenso del mundo, con unas 300.000 hectáreas anuales durante su pico en la década de 1970.
La extracción de turba a un ritmo mucho más rápido de lo que puede acumularse ha provocado importantes daños y controversias. En la actualidad, la turba no se considera ni una fuente de combustible renovable ni un combustible fósil, sino algo intermedio. En 2006, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) reclasificó la turba como "combustible lentamente renovable" para destacar sus diferencias. Aunque el uso de la turba para la generación de energía ha disminuido considerablemente en Europa, algunos países siguen recurriendo a ella como fuente de calefacción relativamente barata.
Las turberas del sudeste asiático también han estado en el punto de mira internacional debido a un complejo conjunto de problemas que implican a la industria privada, los gobiernos, los pequeños propietarios y los grupos ecologistas. En Indonesia, por ejemplo, se han deforestado y desecado vastas turberas para plantar aceite de palma. Estas condiciones más secas han provocado incendios que destruyen los ecosistemas y arden durante meses. Los incendios de turba han contribuido a que Indonesia sea uno de los países más contaminantes del mundo. En 2016, el presidente de Indonesia creó la Agencia de Restauración de Turberas en un esfuerzo por restaurar y rehumedecer las zonas degradadas.
Además de estos retos, cada vez se reconoce más que la degradación de las turberas está contribuyendo de forma considerable al cambio climático. El uso de las turberas suele implicar el descenso del nivel freático mediante el drenaje. La descomposición resultante de la materia orgánica almacenada ha dado lugar a emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Una gestión adecuada del agua es imprescindible para reducir el impacto de los GEI. Por otra parte, uno de los medios más rentables para el secuestro de carbono es la inversión en la restauración de turberas. Según la Sociedad Internacional de Turberas, "en términos de gestión de GEI, el mantenimiento de grandes almacenes de carbono en turberas no perturbadas debería ser una prioridad". Por ello, hoy en día la extracción de turba está estrictamente controlada y ha surgido un consenso internacional en apoyo de la protección, la restauración y la gestión responsable de las turberas.
El desarrollo de normas de gestión responsable
En Norteamérica, la turba no era una fuente de combustible competitiva como lo era en Europa, dada la disponibilidad de petróleo, carbón, gas natural e hidroelectricidad. Sin embargo, los musgos de turba Sphagnum que se acumulan y compactan en las turberas son muy apreciados para aplicaciones hortícolas. El musgo de turba para la horticultura es atractivo tanto para los jardineros domésticos como para la industria hortícola comercial debido a su función como acondicionador del suelo. Entre sus muchas ventajas, el musgo de turba ayuda a retener la humedad del suelo, reduce la compactación, funciona como un medio de plantación estéril y un eficaz iniciador de semillas, favorece la aireación del suelo, añade sustancia a los suelos arenosos, ayuda a los suelos a retener los nutrientes con mayor eficacia y aumenta la capacidad de absorción.
La industria canadiense de musgo de turba Sphagnum se creó específicamente para suministrar musgo de turba para usos hortícolas. Canadá cuenta con enormes recursos de musgo de turba, estimados en más de 113 millones de hectáreas. Según la Asociación Canadiense de Musgo de Turba Sphagnum (CSPMA), de esta superficie, sólo el 0,03% se ha utilizado o se utiliza para la producción de turba, una fracción ínfima de la cantidad que se genera de forma natural en las turberas no perturbadas. La industria canadiense, junto con las universidades y los gobiernos nacionales y provinciales, ha sido proactiva en la investigación relacionada con las técnicas de restauración con base científica y las prácticas de gestión responsable.
En 2012, dos de los principales grupos del sector, la CSPMA y la Asociación de Productores de Musgo de Turba de Quebec (APTHQ), se asociaron con SCS para desarrollar el programa de certificación de turberas gestionadas de forma responsable. El programa, de carácter voluntario, ofrece un conjunto racionalizado de prácticas de gestión para las operaciones en Canadá y en todo el mundo. Mediante una evaluación anual por parte de un tercero, las empresas participantes pueden demostrar su compromiso con la gestión responsable de los recursos de turba y el cumplimiento de las leyes nacionales e internacionales pertinentes.
Como cualquier programa de certificación que trabaja desde un marco de evaluación holístico, se tienen en cuenta los aspectos ambientales, sociales y económicos de la gestión de las turberas. El programa refuerza los ecoservicios que proporcionan las turberas, incluidos los relacionados con la biodiversidad, la hidrología y el secuestro de carbono. Incluye criterios específicos para la restauración y rehabilitación de turberas basados en la investigación científica y en las características específicas del lugar. El programa también garantiza beneficios sociales para los trabajadores y las comunidades locales, y aporta beneficios económicos al crear ventajas competitivas en el mercado. Desde su creación, el programa ha ganado cuota de mercado y se ha ganado la reputación de ser el principal sistema de certificación que garantiza las normas de gestión de las mejores prácticas para las turberas.
A principios de este año, el SCS puso en marcha un proceso de consulta pública para recoger las aportaciones de las partes interesadas y actualizar la norma. La SCS recopiló, analizó e incorporó los comentarios de diversas partes, como el mundo académico, las ONG y los actores de la industria privada. La nueva norma, cuya plena aplicación está prevista para 2018, puede consultarse en la página web de SCS sobre turberas gestionadas de forma responsable. Las partes interesadas pueden enviar sus comentarios a SCS de forma continua rellenando el formulario de revisión de las partes interesadas.